Publicar mi primer libro: una experiencia que me reconstruyó
- Jeniffer Egas
- 15 nov
- 3 Min. de lectura
Hay experiencias que no se anuncian: simplemente llegan, se instalan en tu vida y te obligan a mirarte de nuevo. Publicar mi primer libro fue una de ellas.
Durante años he acompañado a personas a reconstruirse desde lo más hondo de sus heridas. En consulta soy firme, clara, disciplinada. Trabajo con el alma encendida, sí, pero también con la responsabilidad de quien sabe que la transformación emocional no ocurre por azar, sino por constancia. Siempre he creído —y sigo creyendo— que la disciplina emocional es lo que diferencia a quien se queda atrapado en su historia de quien se permite escribir una nueva.
Pero cuando sostuve mi libro en mis manos por primera vez, esa certeza se volvió más humana. Más real. Más mía.
Un espejo inesperado
El día del lanzamiento me encontré frente a una versión de mí que, por momentos, sentí ajena. Había gente llegando antes de tiempo, otras personas que pasaban se quedaban a escuchar, faltaron sillas.Y ahí estaba yo, una mujer que siempre escribió en silencio, la que estaba detras de camara impulsando a mis consultantes, firmando autógrafos que dos minutos antes ni siquiera sabía cómo hacer: tuve que improvisar una nueva firma porque si usaba la de siempre, me quedaba toda la semana ahí. Me reí por dentro al darme cuenta de lo increíble y maravilloso del momento. Era yo, la misma de siempre, viviendo algo que nunca estuvo en mi mapa mental hasta que la vida lo puso delante. Me reí. Me tembló algo adentro. Y entendí que no estaba celebrando un libro: me estaba celebrando a mi misma.
El peso del silencio
Entre las felicitaciones, las miradas emocionadas y las historias que algunos se animaron a compartir, resaltó algo que me tocó más que cualquier logro profesional: tantas personas que guardan en secreto sus historias más dolorosas.
Y si bien es algo que sé, esta experiencia me lo hizo ver con una claridad casi brutal: el silencio enferma. No porque callar sea un problema en sí mismo, sino porque es un mecanismo de supervivencia que, con los años, se convierte en jaula. Callamos lo que nos dolió, lo que nos quebró, lo que aún late bajo la piel, y en ese silencio se acumula angustia, cansancio emocional, tensión que no sabe por dónde escapar.
Publicar este libro me ratificó que hablar —nombrar, escribir, contar— algo en lo que insisto tanto como profesional, no es un acto de exposición, sino un gesto íntimo de amor propio. Dar entidad a lo que nos marcó, nos devuelve energía de vida.
Un agradecimiento distinto
Mientras escribo estas líneas, pienso en cada consultante que me abrió la puerta de su mundo interior. En quienes me eligen desde hace años, en quienes confiaron en mi trabajo cuando este sueño literario era apenas un borrador. Sin ustedes, este libro no existiría. Porque mi voz se alimenta de sus valentías. Y mis palabras nacen también de sus historias.
Para terminar, pero no cerrar
Hoy escribo desde un lugar que honro profundamente: el de ser su terapeuta. Pero también el de la mujer que alguna vez soñó con escribir un libro y que un día dejó de postergarlo.
Mi deseo para ustedes es simple y enorme: que nada los límite! Que vayan detrás de cada proyecto —personal, emocional, profesional, espiritual— con amor y disciplina. Que no esperen a sentirse listos. Que no apaguen su voz. Que vivan al máximo, incluso si da miedo…Sobre todo si da miedo…
Porque no hay regalo más grande que ser testigo de la vida propia cuando, por fin, empieza a expandirse.
Los abrazo con el corazón lleno.
Jeniffer Egas
Noviembre 15 de 2025







Comentarios